MIS QUERIDOS TEBEOS

Voy leyendo, entre rato y rato, 100 años de Bruguera, de el gato negro a ediciones B. Fue un regalo de  los Reyes Magos, pues lo pedí en mi carta, y debí ser buena, porque lo trajeron. Me hacía mucha ilusión, pues mi afición por los "tebeos" (más tarde llegaron los comics) viene de muy lejos. 
Desde bien pequeña, mi padre nos compraba un tebeo cada sábado por la tarde, pues los cuentos, aquellos troquelados que ahora se reeditan vendiéndose en coleccionables, ya se nos habían quedado cortos. Yo lo devoraba la misma noche en la cama, o como mucho al día siguiente, almorzando, en el baño, en el sofá; cualquier lugar era bueno, porque desaparecía cuando empezaba a leer. Primero, para mi hermana era "Zipi y Zape" y para mí "Mortadelo", alternándolos con algún "Pulgarcito" y "DDT". Mi madre aún intenta comprender como podía reirme a carcajadas enfrascada en sus viñetas. Ahora ve a mis hijos hacerlo también y le entra la nostalgia. A mí también. Con el tiempo fui creciendo y pasé a "Lily", "Esther y su mundo", o aquellas "Joyas Litera rias Juveniles", en las que descubrí a grandes escritores y por las que llegué a sus obras completas, alternándolos con "Superman", que debutaba por entonces en el cine con aquellas superproducciones protagonizadas por el malogrado Christopher Reeve. Poco a poco llegó Marvel, aunque esa es otra historia. Nunca abandoné del todo a los "Mortadelo"; quizás un poco sí a "Zipi y Zape". Ahora los encuentro a todos en esta maravillosa obra de Antoni Guiral. También los recordé hace unos años en Cuando los comics se llamaban tebeos: La Escuela Bruguera (1945-1963), del mismo Guiral, obra que también recomiendo a los amantes de los tebeos porque las dos nos llevan a los orígenes de nuestros entrañables personajes. Por ahí se pasean mis queridas Hermanas Gilda junto al mejor agente secreto, el incomparable Anacleto o La familia Cebolleta, personajes del genial Vázquez. Y ahí están también, con Mortadelo y Filemón, 13 rue del percebe, Rompetechos, El botones Sacarino,  Pepe Gotera y Otilio, o La familia Trapisonda, del prolífico Ibáñez; con Zipi y Zape, Carpanta, Petra criada para todo, del generoso Escobar; Don Pío, Don Berrinche, Pepe el hincha o Pitagorín, de Peñarroya;  Sir Tim O'Theo o Don Pelmazo, del elegante Raf; Agamenón y La terrible Fifí, de Nené Estivill; El Doctor Cataplasma, El profesor  Tragacanto, y  Deliranta Rococó, de Schmidt; Carioco, de Conti; El reporter tribulete, de Cifré ... ¡Son tantos! Por otro lado estaba el "TBO", que dio nombre a todos los demás y me parecía un poco tostón de pequeña. Me reconcilié con él, no hace mucho ,   pues ahora creo que era más para adultos. De hecho creo que los queridos tebeos triunfaron porque eran para toda la familia y cada uno de nosotros nos veíamos reflejados en ellos. Cualquier sociólogo puede hacerse idea de las costumbres de la época leyendo las viñetas de aquellos personajes. Aprendimos tanto con ellos, como en un escaparate de la realidad y de la actualidad de cada uno de los momentos que refejaban aquellos genios del género. No recuerdo cuando fue, pero un día los dejé de lado, supongo que ya no los creía necesarios en mi vida, aunque también supongo que, en el fondo, nunca los olvidé. Pasaron agunos años y, una mañana, intenté comprar el almanaque de Navidad de Bruguera, pues añoraba aquellos momentos que pasé con ellos, y me sorprendí tristemente cuando me dijeron que ya no había tebeos en los quioscos, no "esos" tebeos que yo buscaba. Me pareció increible. Busqué en internet y vi, efectivamente, que Bruguera, la reina del género, dejó de publicarlos y de existir como tal en 1986. Sólo quedó "Mortadelo". Me sentí un poco culpable, por haber contribuido a su desaparición al dejar de comprarlos y ahora, de vez en cuando, me doy el capricho de regalarme, o sugerir que me regalen, números antiguos o reediciones. Tal vez sea un poco ilusorio, pero creo que si volvieran a editarse en estos tiempos difíciles triunfarían de nuevo, aunque parezca imposible con toda la información que tenemos al alcance de la mano, Se convertiría en un minúsculo pedazo de la inmensa oferta existente, pero esa identificación que se producía antes podría darse también ahora. Sería bonito conseguirlo, volver a traerlos y adaptar sus inmortales y imborrables personajes a la actualidad. Supongo que tendré que seguir soñando.