Es curioso como cada cinco de agosto recordamos a una actriz que murió hace más de cincuenta años y, a pesar de eso, o, mejor, también por eso, sigue tan presente entre los aficionados al cine de verdad, aunque su controvertida figura todavía crea dudas en quien sólo la veía como una desequilibrada adicta a un sinfín de líquidos y sustancias de riesgo que sólo triunfó por su cara bonita y por saber relacionarse muy bien, un icono sexual de la época creado en los intrincados laboratorios de los hacedores de Hollywood. Mi intención hoy no es la de hacer un resumen de su vida, tan cacareada y rectificada por unos y otros, ni de su conocida filmografía. Sólo pretendo lanzar unas pinceladas sobre ella, como homenaje a una de las mejores, ayer, hoy y, seguramente, por siempre.